Caballos andaluces que bailan con la música que flotan en el aire que insultan de hermosura, Caballos campeones de sangre hirviente de brillo en el pelaje de estampa perfecta.
Pero yo vi un día caballos salvajes, feos en el monte, libres en el viento sin tener, que dejarse cepillar Sin brillar, su piel al sol, sin dormir en establo de cinco estrellas. Pero sus cuerpos no tenían marcas sus montes no tenían linderos, y mas que nada y sobretodo sus almas, no tenían dueños.
Estos eran llamados bestias, aquellos pura sangre, que firmaron un contrato sobre cuando procrear como vivir como controlar su brío, sus andares, su esencia. Yo no pido un caballo de fina sangre, yo prefiero una bestia que decide sobre que hierba se recuesta cada noche, a quien amar que viento cortar que paisaje contemplar. Mejor fealdad que prisión de belleza, que ser conducido por las riendas de quien te dice que te quiere amar. Mejor, sucumbir con la verdad, que subsistir por la tristeza, Y mejor no ser nunca cabalgado para encontrar, una existencia sin limites una experiencia única y una verdad, sin letra pequeña, yo quiero caballos libres y sin dueños...